PARA LEER CON MAYOR COMODIDAD PODES

Era un desierto, ahora es Eilat!!!



Los viejos de esta ciudad árida, donde el desierto se encuentra con el Mar Rojo, aún recuerdan la época en la que el hielo era un lujo y los habitantes veían sus jardines cocerse hasta quedar crujientes la mayor parte del año.

Sin embargo, si se le pregunta a Einav Arush, de 22 años, sobre su experiencia con la escasez de agua, levanta la cabeza por la confusión. No pienso en el agua. Nuestra ciudad resolvió ese problema “hace mucho tiempo”, dice.

La solución fue la desalinización, el proceso de convertir agua de mar en agua dulce, separando los compuestos salinos y dejando atrás las moléculas de agua pura.


En seis décadas, Eilat pasó de ser un puesto de avanzada del Ejército a una ciudad portuaria próspera y destino turístico. Desde 1982, la planta desalinizadora local ha satisfecho todas las necesidades de agua de la ciudad.

Situada en el extremo sur del desierto de Arava, Eilat no cuenta con suministro propio de agua dulce y tiene una precipitación escasa. Los turistas solían traer barriles de agua en las vacaciones. Los habitantes solían lavar la ropa en cubetas.

Hoy, Eilat está salpicada de árboles, decorada con flores y pastos verdes y llena de piscinas. “Todavía no tenemos lluvia, pero ahora todo parece el paraíso”, dijo Mimí Sesta, de 54 años, cuya familia ha sido propietaria de un bar en la playa por al menos 30 años.



Yossi Shmaya, gerente de la planta desalinizadora de Eilat, propiedad de la compañía nacional de agua del Estado, lo expresa sin rodeos: “Sin la planta, no habría ciudad”.

El agua desalinizada representa más de la mitad del agua dulce que se usa en el Medio Oriente y norte de África, de acuerdo con la Asociación Internacional de Desalinización, un grupo del gremio. Alrededor de 15% del agua usable de Israel proviene del mar.

Encontrar un suministro estable de agua ha sido un problema desde la fundación del Estado hace 60 años. Se comparten todas las principales fuentes de agua del país el río Jordán, el mar de Galilea y los acuíferos subterráneos con sus vecinos árabes.

“Dios nos dio mucha agua en el océano, pero no demasiada en tierra. Con la tecnología correcta, eso significa que podemos crear agua suficiente para todas nuestras necesidades y también para nuestros vecinos”, dijo Alon Tal, un experto en política del agua, nacido en Estados Unidos, del Instituto Zuckerberg para la Investigación sobre Agua de la Universidad Ben Gurión de Israel.

La planta produce cuatro niveles de agua utilizable. La más pura se bombea a las casas y grifos en toda la ciudad. El siguiente nivel va a docenas de hoteles para usarla en piscinas. El siguiente, se utiliza para irrigar los jardines y patios municipales. El último, de agua menos pura, se bombea a los invernaderos y huertos de la región para uso agrícola.



La agricultura representa la mitad del uso diario de agua en Israel, una asignación que proporciona una exportación próspera de frutas, vegetales y plantas de ornamento.

Un estudio gubernamental israelí de 2002 sobre los recursos acuíferos descartó cualquier cambio radical en el sector agropecuario, ya que hacerlo significaría abandonar la ideología fundamental del Estado judío de hacer florecer el desierto. Einav Arush, una gerente de hospitalidad del Hotel Princess de Eilat, dice que los habitantes más jóvenes dan por sentado el recurso. “Mi abuela habla de cuando el agua era más preciosa que el petróleo. Pero creo que mis amistades y yo vivimos en una burbuja. Somos unos consentidos”, dijo.

La planta desalinizadora más grande de Israel es la de Ashkelon, en el mar Mediterráneo. Produce alrededor de 80 millones de galones al día.

Fuente: NYT

Pasión por la Biblia



Los escritores seculares israelíes recuperan y dan vida a los personajes del libro de los libros Las escrituras sagradas se cuelan a diario en la vida de la gente judía.

La Biblia está de moda en Israel. Y no solo entre la población religiosa, que consagra buena parte de su vida a estudiar, diseccionar y debatir el texto fundacional del judaísmo y de la tradición judeocristiana.

Algunos de los principales escritores seculares del país, desde los más reconocidos internacionalmente, como David Grossman o Meir Shalev, hasta las plumas emergentes, como el polifacético Yair Lapid, han dedicado sus últimos libros a dar vida a algunos personajes bíblicos o a actualizar las lecciones contenidas en el libro de libros.

En el caso del superventas de Meir Shalev, el interés viene de lejos. En 1985 publicó Bible Now, una colección de ensayos sobre figuras y episodios bíblicos. Ahora prepara una segunda parte, "algo menos política y más literaria", en la que aborda temas como el amor entre Jacob y Raquel, el casus belli en la Biblia o la influencia de las mujeres en la política del rey David.

En conversación con este diario, Shalev afirmó: "La Biblia es la más antigua de nuestras fábulas y yo me veo como el eslabón de una larga cadena de escritores que sigue escribiendo en la misma lengua 3.000 años después".

Escritores laicos como Shalev, Grossman --que acaba de publicar Lion's Honey, una revisión novelada del mito de Sansón-- o Lapid --que disecciona en My Heroes a los patriarcas Abraham y Jacob, los profetas Moisés y Samuel o al monarca Saúl-- parten con una ventaja respecto a sus compañeros de profesión criados en el mundo cerrado y dogmático de la Torá.

"Para la comunidad ortodoxa la Biblia contiene la palabra de Dios, su divina voluntad y por tanto está cerrada a toda discusión", explica el profesor de estudios bíblicos de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Menahem Haran.
En cambio, para Shalev es una fuente abierta a la interpretación y las licencias literarias. "Nosotros aportamos frescura con nuestra perspectiva crítica y podemos contribuir a renovar el interés de la gente joven por estudiar la Biblia".

La Biblia es indisociable a la identidad israelí. Para empezar, el lenguaje bíblico es la base del hebreo moderno, remozado con neologismos y extranjerismos para adaptar un idioma tan viejo como la historia a los usos actuales. Además los mitos y leyendas bíblicos han alimentado la narrativa nacionalista de los líderes sionistas desde los tiempos de Ben Gurion. "La Torá ha servido como testimonio de la existencia en la Antigüedad de una vida nacional judía en la tierra de Israel, como justificación para restablecerla en los tiempos modernos y como prueba de un glorioso pasado y un prometedor futuro", escribe en uno de sus ensayos la historiadora Anita Shapira.

En términos prácticos la Biblia se cuela en todos los aspectos de la vida de los israelíes. En los colegios públicos, por ejemplo, se estudia desde la infancia hasta la universidad "como parte de nuestra historia y legado nacional", asegura David Green, editor del suplemento de libros de Haaretz. Las televisiones le dedican programas de debate. Los periódicos la abordan desde columnas semanales firmadas por rabinos o expertos. Y el día de la independencia, jóvenes de todo el mundo compiten en un concurso celebrado en Jerusalén sobre sus conocimientos del libro de libros. Incluso los políticos se atacan a menudo comparando al rival con algún infame personaje de la Torá.

Todos estos factores explican el interés de los lectores por las novelas y ensayos bíblicos, aupados casi sin excepción a la categoría de superventas. Pero este fervor bíblico tiene también sus riesgos. "En lugar de adoptar las valores sociales de nuestros profetas, como el sentido de la justicia o la ayuda a los pobres, hemos explotado los aspectos más peligrosos de su política, como la belicosidad y el dogmatismo, por ejemplo, cuando decimos que esta tierra es solo nuestra porque Dios se la prometió a Abraham", critica Meir Shalev. En su opinión, los jóvenes israelíes deberían aprender la Biblia tal como un griego estudia la Odisea o un italiano se acerca a la obra de Ovidio o Virgilio. "Simplemente es nuestra más antigua tradición literaria", concluye.

Fuente: El Periódico


Sabina Feinkind, sobreviviente del Ghetto de Varsovia y del campo de concentración de Treblinka



Tenía 14 años cuando los nazis invadieron Polonia y era la más chica de ocho hermanos. A 65 años del alzamiento del ghetto de Varsovia, el 19 de abril de 1943, Sabina Feinkind cuenta cómo mataron a toda su familia, su deportación al campo de exterminio de Treblinka y su llegada, sola y clandestina, a Argentina.

–Simon Wiesenthal marcaba las dificultades que él mismo tenía para explicar lo que había pasado en el Holocausto, pero que la esperanza vive cuando la gente recuerda.

–Fue una masacre, tan tremenda, tan horrorosa y terrible, como despiadada. Los nazis mataban para su deleite. Sentían una satisfacción tan grande que yo, con mis 14 años, no lo entendía. Y después iban a sus casas y eran buenos padres e hijos. Hasta el día de hoy lo pienso y no lo puedo entender. Soy una persona creyente, que ama a todo el mundo; amo al prójimo, amo al hombre al que hace un rato le llevé algo de comer y que está siempre en la esquina. Y con todo el dolor del alma digo que no guardo odio ni rencores. A pesar de todo, no quedé envenenada. Creo que Dios me salvó entre seis millones para que yo cuente, sobre todo a la juventud, lo que pasó durante esos seis años, entre 1939 y 1945, para que nunca más vuelva a suceder. Porque, le repito, fue una masacre tremenda y despiadada.

–¿Dónde se encontraban usted y su familia cuando los alemanes invadieron Polonia y estalló la Segunda Guerra Mundial?

–Yo nací muy cerquita de Varsovia, a unos 50 kilómetros de la capital polaca, en un pueblito llamado Garwolin. Cuando los nazis lo bombardearon yo acababa de terminar la escuela primaria. Garwolin era un pueblo grande, lindo, un pueblo muy importante. Bombardearon nuestra vivienda y, apenas con lo que teníamos puesto, nos obligaron a marchar a pie hacia Varsovia. Fue un viaje terrible. Yo tenía una abuela que era una belleza; los nazis la pisotearon y dejaron muerta en el camino. Y yo lloraba. Después, cuando llegamos a Varsovia, nos llevaron al ghetto y nos pusieron entre alambres de púas.

–¿Cómo era su vida, su familia, antes de la llegada de los nazis y qué pasó después, una vez en el ghetto?
–La mía era una familia muy linda. Mi padre era rabino. Yo vivía en una casa que era muy religiosa. Nos habían criado con libertad. Mis hermanos, por ejemplo, uno era comunista, otro era sionista, otro era derechista, otra hermana quería ser artista. Todos eran personas muy lindas.

–¿Qué fue lo pasó con ellos?

–Los mataron a todos. Los nazis mataron a toda mi familia. Treinta y cinco personas. Primero mataron a mi madre. Sin ningún motivo. La pusieron en una fila y la balearon. Pero mi madre no se murió enseguida y comenzó a gritar y entonces el nazi, de la rabia que le dio que ella gritara, la agarró de los pelos y la metió en un pozo de cal. En otra de esas razzias mi papá cayó muerto sobre mí. A otro hermano lo denunciaron porque estaba en la guerrilla; y él estaba un poco conectado. Entonces lo sacaron a la calle, al lado de nosotros, y le rompieron varios palos encima. Los gritos llegaban hasta no sé dónde. A palazos lo mataron. Otra hermana se escapó del ghetto, la pescaron y la fusilaron. Y otra desapareció y nunca más la vimos. Y a mi hermana mayor, pobrecita, la quemaron viva. Ella trabajaba en una fábrica de uniformes para los nazis y un día llegó la orden de traslado para 700 judíos que tenían que ir a los vagones, pero ellos se pusieron de acuerdo y se negaron y entonces los nazis los quemaron vivos. Los otros murieron en las cámaras de gas.

–¿Cómo era la vida dentro del ghetto?

–Sufríamos toda clase de enfermedades, hambre, frío, tortura y vejaciones. Nosotros éramos catorce en una habitación y teníamos que dormir sentados, porque ni camas había. Y de cuando en cuando hacían razzias y nos mataban. Venían con tanto odio...

–¿Qué pensaba, siendo apenas una adolescente, de las prohibiciones de las que eran objeto los judíos?

–Fue como que de a poco nos fueron sacando todo lo que un ser humano necesita para vivir. Lo que único que no pudieron sacarnos fue el aire. Nos moríamos de hambre, vinieron las enfermedades, estábamos tirados. Nos sentábamos al lado de los muros pero no teníamos ganas de hablar, estábamos agotados, porque ni dormíamos. Y mire, un ser humano que no come, que no duerme y que está siempre asustado de que no lo maten, que está denigrado, que no tiene ya nada de humano, no tiene ganas de nada. Estábamos muertos en vida. Eso éramos.

–Usted habló del hambre, que fue una de las primeras armas que los nazis utilizaron contra los judíos. ¿De qué forma afectaba la falta de alimentos a la vida cotidiana?

–Parecíamos todos vagabundos, andábamos mugrientos, pidiendo algo de comer. Dentro del ghetto había algunos que tenían más o que por ahí andaban en el contrabando o que les quedaba algo de sus riquezas y si bien ellos compartían un poco, tampoco sabían qué iba a pasar con ellos. Un pedazo de pan negro mustio y dos papas, eso comíamos.

–He leído que los niños, que podían entrar y salir de ghetto con mayor facilidad, cumplieron un rol importante con respecto al abastecimiento de sus propias familias.

–Un día yo me escurrí por debajo de los alambres de púas y me fui a una aldea a pedir algo de comida, y me dieron. Pero de golpe aparecieron dos soldados nazis y junto a otro hombre judío nos pusieron en el piso y nos pegaron con un palo. Rompieron dos palos sobre mi espalda, que todavía hoy me duele. Y como pensaron que estábamos muertos, nos dejaron ahí; el otro hombre sí estaba muerto. Un campesino nos llevó en un carro hasta el ghetto y me acuerdo que en la puerta gritó: ‘Tengo dos personas para enterrar’. Alguien fue a avisarle a mi mamá, que vino corriendo y dijo no, déjenla que ella respira. Yo había quedado malherida y no sé cómo se me cerraron esas heridas, pero así y todo tuve que ir a trabajar en los caminos. ¿Sabe usted cuántos chicos murieron durante la Shoá? Un millón y medio. Los niños no aguantaban mucho y se morían, o los tiraban contra las paredes, los pisoteaban y los enterraban vivos.

–¿Cómo era el régimen de trabajo forzado, de qué forma eran ustedes reclutados para trabajar en los caminos?

–Los nazis entraban en el ghetto y nos sacaban a trabajar en esos caminos, porque en Polonia no había caminos y ellos tenían que pasar con los tanques. Nos sacaban del ghetto a la madrugada y cargábamos piedras durante todo el día. Cuando volvíamos a la noche, todo ese polvillo se nos ponía en los ojos y en las partes íntimas y se nos infectaba todo. No había alcohol y a veces ni siquiera había agua.

–Cuando en julio de 1942 comienzan las deportaciones al campo de exterminio de Treblinka, ¿qué sucede con usted?

–En Treblinka ya habían puesto las cámaras de gas y yo fui de los últimos judíos en ir. Subí al vagón con mis dos hermanitos, los últimos que me quedaban. Me acuerdo que nos subieron a unos vagones en los que estábamos apretados. La gente se hacía encima. Todos lloraban y gritaban y se arrancaban todo. De alguna forma sabíamos que nos estaban llevando a la muerte.

–Pero usted pudo escaparse... ¿En qué momento lo hizo?

–Apenas el tren se detuvo en Treblinka empecé a correr hacia un bosque. Polonia está llena de bosques. Un nazi me apuntaba y el otro le dijo que dejara, que no gastara una bala. Yo corría. Estaba medio desnuda, descalza, pero corrí por el bosque hasta que se hizo de noche. Anduve por el bosque, muerta de frío y de miedo. A lo lejos descubrí una luz, que era la casa del guardabosque. Le pedí que me dejara dormir y si podía darme de comer. Estaba helada. Polonia en invierno tiene temperaturas de 20 grados bajo cero. Aquel hombre me dio comida y una manta, y a la madrugada me pidió que me fuera para no ponerlo en peligro. Los nazis mataban a los polacos que ayudaban a los judíos.

–¿Y volvió a internarse en el bosque?

–No sabía a dónde ir, pero empecé a caminar (N. del R.: En ese bosque, según consta en el Museo del Holocausto de Buenos Aires, Sabina fue atacada y violada por un grupo de polacos). Hasta que encontré un campesino que venía en un carro y que me dijo que conocía a un grupo de partisanos y me llevó con ellos. Imagínese cuál sería mi estado que cuando los partisanos me vieron se pusieron a llorar. Pesaba unos pocos kilos, era un esqueleto. Entre los partisanos había polacos y judíos que se habían escapado del ghetto. Ellos eran muchachos y yo apenas una criatura. Un día me dijeron que lo mejor para mí era que me escondiera en alguna parte hasta que todo terminara.

–¿Y tenía usted algún lugar a dónde ir?

–Pensé y me acordé de la casa de una vecina polaca, Helena Sluswska, en la que yo solía hacer los deberes del colegio. Su marido era juez y sus hijos abogados, médicos, gente de alta alcurnia. Una noche los partisanos me llevaron hasta la entrada de mi pueblo. Yo pensaba, me la juego y si no me sale, me entrego. Caminé hasta esa casa, entré y me quedé sentada en la cocina. Al principio la señora no me reconoció. “Soy yo, Sabina. Soy la última de mi familia. Los mataron a todos.” Entonces ella me dijo que no iba a dejar que me agarraran y ofreció esconderme en el chiquero. En Polonia hace tanto frío que los animales están bajo techo. Arriba había como si fuera un altillo y ahí me quedé, sobre un montón de paja, con una manta. Yo no podía salir, pero todos los días la señora me tiraba la comida.

–¿Alguien más sabía que usted estaba escondida ahí?

–El marido de ella sospechaba algo, incluso me buscaba. Entraba con un palo y golpeaba cosas, pero nunca miraba hacia arriba. Dicen que hay infiernos, pero yo pasé setenta infiernos. Hasta que un día no aguanté más. No sé cuánto tiempo estuve, en ese lugar perdí la noción del tiempo. Era realmente espantoso. Tenía que dormir con las ratas, que me querían comer, con las pulgas y con los chanchos, que se hacían encima y yo hacía encima de ellos y se lo comían. Un día dije basta, yo ya pagué por todos los míos, y salí del chiquero, fui hasta la casa y le dije a la señora que no valía la pena que ella arriesgara su vida por un esqueleto, un ser infrahumano, y también le dije que ese chiquero era peor que la muerte, que me iba a entregar. Ella me habló de un camionero que podía llevarme a unos campos de concentración que eran de trabajos forzados. Me dejó lavar, no bañarme. ¡Durante seis años no pude bañarme, durante seis años no dormí en una cama! Después me vistió con la ropa que usaban las campesinas polacas y me llevó con aquel hombre.

–¿Después de todo decidió ir a un campo de concentración?

–No había salida. Era un campo de concentración de trabajos forzados. Cuando llegué a Varsovia fui a un edificio donde juntaban a polacos y a algunos judíos, a los que luego trasladaban hasta los campos. La segunda vez que me salvé fue ahí, porque. a pesar de ser una piltrafa humana, conseguí pasar la inspección. Después me pusieron en una ducha para desinfectarme. Nos subieron a un tren cerrado, no eran vagones, que estaba custodiado por los nazis. Fuimos hasta un lugar cerca de Berlín, a un campo de concentración que se llamaba Spandau. A mí me mandaron a trabajar a una fábrica de municiones, en la cual se decía hacían bombas que iban para Inglaterra.

–¿En qué situación la encontró el final de la guerra?

–Empezó a correr el rumor de que los aliados y los rusos se estaban acercando y que los alemanes aflojaban. Y nosotros estábamos en el medio. Los nazis nos obligaron a marchar hacia Checoslovaquia; teníamos que atravesar casi toda Alemania, eran marchas de la muerte. De los trescientos que salimos a la frontera con Checoslovaquia llegamos sólo quince. Los otros se fueron cayendo en el camino, como moscas. Caminamos días y noches. No sé cómo aguanté. Eran días de primavera. Y en eso entraron los aliados y los rusos, que cuando nos vieron comenzaron a llorar y a vomitar. Estuvieron a punto de enterrarme, pero un médico se dio cuenta de que estaba viva y me llevaron en una ambulancia a un hospital que estaba cerca de Munich. Ese hospital había sido de los alemanes y luego lo destinaron a los sobrevivientes. Me tuvieron que operar varias veces de los intestinos, tenía el hígado destrozado y me tuvieron que sacar todo de adentro; por eso no pude tener hijos. Se me habían secado las tripas. Cuando mejoré hice un curso de enfermera y ayudé a otros sobrevivientes. Cuando estuve mejor, me llevaron a París, a una casa de reposo, donde terminé de recuperarme.

–¿Cómo se cruza la Argentina en su vida?

–Un señor de la Cruz Roja me preguntó si yo no tenía algún familiar vivo en alguna parte. Me acordé de una hermana de mi madre que, antes de la guerra, se había venido a vivir con el marido a Buenos Aires. Ni siquiera sabía el apellido de casada, pero la encontraron. Llegué a Montevideo en el barco “Le Havre”, de bandera yugoslava. Tardé 32 días. Durante ese viaje todos me trataban muy bien. Yo tenía 20 años y mucho éxito, mucha aceptación. Los muchachos me andaban detrás. Pero yo me sentía muy sola. Ansiaba ver a mi tía.

–Las leyes argentinas no favorecían a la inmigración judía. ¿Le resultó fácil el ingreso al país?


–No. Primero tuve que pasar seis meses en Montevideo, en casa de una señora, esperando a alguien que me iba a hacer entrar clandestinamente. El hombre nos llevó por tierra, a mí y a otros cinco sobrevivientes, hasta el paso de Concordia, donde nos debía recoger una camioneta. Pero nos recibió la Gendarmería y nos metieron a todos en una cárcel. Era el año 1948. Perón dejaba entrar a los nazis, pero a los judíos no. Y me metieron en un calabozo al que le entraba agua por todos lados.

–¿Qué fue lo que sintió en ese momento?


–Me golpeaba la cabeza. ¿Esto es lo que me esperaba? Estuve una semana en ese calabozo hasta que vino un médico, un buen hombre, y me dijo que me derivaba a un hospital para que cumpliera ahí la condena, mientras esperaba que llegara el salvoconducto. Fui muy querida por la gente de ese hospital. Ahí aprendí enseguida el castellano, lo hablaba mal, pero lo hablaba. Cuando me fui, las enfermeras me pedían que no me fuera, que me quedara a vivir ahí.

–¿Cómo fue el encuentro con su tía?

–No fue fácil. Porque llegué a una casa que estaba destruida. El marido tenía una amante. Ella y las dos hijas se querían mandar a mudar. Un día me dijo que si yo buscaba cariño, un hogar, afecto, no lo iba a tener. Viví en esa casa de Villa Crespo hasta que pude alquilar una habitación en la casa de una señora. Y trabajé en un taller de sastrería y después me presenté en el colegio Scholem Aleijem para trabajar como celadora. Durante ese tiempo estudié para maestra jardinera y trabajé en un elenco de títeres; mi personaje se llamaba Sara y tenía gran aceptación en los chicos. Trabajé siete años como maestra hasta que me casé.

–¿Con un argentino?

–Me lo presentó una maestra jardinera. El era argentino, un judío sefaradí, viudo y con un hijo, que era un tiro al aire. A los seis meses nos casamos y no nos separamos más. Tuve una vida muy feliz. Yo tenía 28 años y necesitaba una persona que me envolviera. Estuvimos casados 33 años. Trabajaba con él en su negocio, que era muy importante y conocido: Todo para la novia menos el novio, se llamaba. Viajamos por todo el mundo, fuimos a Europa, dos veces a Israel, a Estados Unidos, a Sudáfrica, al Oriente. Pero al final lo pagué muy caro. Mi esposo se murió de cáncer y mi hijastro me hizo las mil y una. Me obligó a malvender el piso que teníamos en Figueroa Alcorta y Tagle. Me compré el departamento en el que vivo hoy y mi hijastro me obligó a hipotecarlo. Estuve a punto de perderlo. Otra vez casi me quedo en la calle, sola. Me quería suicidar. Pero en la AMIA supieron lo que me estaba pasando, vinieron a verme y me ayudaron. Volví a sentirme otra vez acompañada. Y empecé a luchar, me hice voluntaria y empecé a trabajar para los pobres, a ayudar a los necesitados. Ahora soy cada vez más creyente y soy cada vez más feliz. Pero mire, siempre digo que por más que yo cuente lo que me pasó, había que vivirlo.

Fuente: Página 12

Bibi da su opinión



El ex primer ministro y líder de la oposición, Benjamín Netanyahu, aseguró que considerará a cualquier acuerdo entre el primer ministro Ehud Olmert y el presidente de la autoridad palestina, Mahmoud Abbas como “nulo e inválido”.

Netanyahu, uno de los candidatos con más chances de convertirse en primer ministro en las elecciones de 2010, señaló que “no haría honor” a un acuerdo firmado por el líder de Fatah y Olmert, quienes –aseguró- “están involucrados en frenéticas negociaciones”.

El líder del Likud indicó que la naturaleza del apuro en las negociaciones con la “cuestionada y fracturada Autoridad Palestina (AP)” es poder llegar a la fecha límite, establecida por Estados Unidos, para un acuerdo sobre la creación de un estado palestino, a fines de 2008.

“El tratado que Olmert pudiera alcanzar es cínico e inválido, no en términos legales sino en términos reales”, declaró Netanyahu este viernes al diario Makor Rishon.

Mientras los principales diarios de Israel entrevistaron en estos días al primer ministro Ehud Olmert, Makor Rishon optó por darle lugar al líder del Likud.

Netanyahu remarcó que Olmert buscará presentar un acuerdo apoyado por los Estados Unidos como parte de su plataforma electoral. “Luego el público juzgará”, reflexionó.

“Si (el partido de Olmert) Kadima gana las elecciones, correcto pero, en caso contrario, no pueden forzar a los ciudadanos, de manera cínica y manipuladora, a algo en lo que no están interesados”, criticó el dirigente.

Por otra parte, Netanyahu admitió que se arrepintió de no establecer un gobierno de unidad con (el actual presidente) Shimon Peres luego de vencerlo en las elecciones de 1996.

“Pienso que deberíamos haber formado un gobierno de unidad, en especial por la tremenda polarización que resultó luego del asesinato del primer ministro Yitzhak Rabin” en 1994, afirmó Netanyahu.

Las elecciones de 1996 fueron vistas como un referéndum a los acuerdos de Oslo, firmados entre el gobierno israelí y la Organización para la Liberación del Pueblo Palestina, liderada por el fallecido Yasser Arafat.

El portal Arutz Sheva señaló que integrar a Peres –uno de los arquitectos del acuerdo- a un gobierno conjunto hubiera desatado una controversia, dado que Netanyahu había realizado una campaña “anti-Oslo”.

Fuente: AJN


No hay sitio para Irán en el Consejo de Seguridad de la ONU (por Ileana Ros-Lehtinen)



El periódico israelí Haaretz informó que el régimen iraní continúa tratando de obtener un asiento en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Aunque este gesto escasamente revela algo nuevo del descaro de la república islámica, subraya la urgente necesidad de reformar las Naciones Unidas.

El grupo de naciones del Consejo de Seguridad ha pasado tres rondas de sanciones contra el régimen iraní por sus actividades nucleares. No se contenta simplemente con desafiar la voluntad del Consejo de Seguridad (Irán recientemente anunció que podría estar instalando 6,000 nuevas centrífugas), la república islámica ha determinado no solamente subvertir el único organismo de las Naciones Unidas con el poder de actuar decisivamente por la seguridad internacional. Como el Embajador de Italia ante las Naciones Unidas Marcelo Spatafora lamentó: “El Consejo de Seguridad está paralizado. Llegará a convertirse en irrelevante”.

El hecho de que Irán posiblemente aspiraría a un asiento en el Consejo de Seguridad revela la enormidad de la corrupción de la justicia dentro de las Naciones Unidad. A pesar que su programa nuclear y su lamentable record de derechos humanos, el régimen iraní mantiene posiciones de liderazgo en este organismo internacional en posiciones de no proliferación y en misiones de derechos humanos. Un país que ha pedido la eliminación de Israel, se destaca en el comité de planificación para la Conferencia de Revisión de Durban, lo que ciertamente sería una copia de las manifestaciones de odio anti-semítico y anti-Israel del 2001.

El caso iraní es difícilmente excepcional. Cuba y China jamás han sido censurados por abusos a los derechos humanos, en lugar de eso han sido honrados con membresía del Consejo de Derechos Humanos. Además, las Naciones Unidas no denuncian los ataques contra Israel, en lugar de ello conmemoran y honran a los terroristas suicidas palestinos. Sólo con un aspirador moral podría Irán aspirar a sentarse en la mesa del Consejo de Seguridad.

Corrupción, fraude, y perversión de la justicia están rampantes en las Naciones Unidas. En enero, Inga-Britt Ahlenius, jefe de la Oficina de Supervisión Interna (OIOS por sus siglas en inglés) demostró con su equipo investigativo que “encontraron mal manejo, fraude y corrupción en una extensión que realmente no esperaban”. Y todavía a pesar de esas transgresiones, Estados Unidos continúa enviando billones de dólares de sus contribuyentes a una organización moralmente en bancarrota.

Es obligación del Congreso proteger a nuestros contribuyentes y luchar por reformar las Naciones Unidas; por eso he presentado la Ley de Transparencia, Confiabilidad y Reforma de las Naciones Unidas (H.R. 2712). Esta medida proporciona un camino directo para reformar, crear incentivos básicos en las Naciones Unidas e imponer la necesidad de transparencia y confiabilidad. Más de 40 miembros bipartidistas del congreso han co-patrocinado esta ley.

Yo espero que más funcionarios de los Estados Unidos considerarán anular el cheque en blanco que anualmente enviamos a una organización con valores claramente contrarios a los nuestros.

Fuente: Diario de Las Américas


Chávez intentó contratar satélite de espionaje



Cuando se trata de espionaje y defensa, el cielo no es el límite para el gobierno del dictador Hugo Chávez.

Según documentos y versiones que salen a la luz en una demanda civil que se tramita en Nueva York, el dictador venezolano ofreció entre $100 y $150 millones en una negociación para adquirir parcialmente una compañía que opera un poderoso satélite de observación capaz de detectar objetos de 70 centímetros en cualquier lugar de la Tierra, con fines militares.

Chávez ofreció adquirir una participación del 20 al 30 por ciento en ImageSat International, propietaria de los satélites Eros A y Eros B, este último lanzado hace dos años por Israel para controlar de cerca el programa nuclear de Irán.

Pero el negocio fue impedido por el gobierno de Israel en noviembre del 2006, cuando un directivo de la empresa notificó al representante en Venezuela, Stephen E Wilson, que suspendiera todas las actividades en ese país, alega la demanda.

Según los alegatos, detrás de la decisión estaba uno de los socios mayoritarios de la firma, el poderoso conglomerado de defensa del gobierno israelí, Israel Aircraft Industries (IAI).

En los documentos judiciales a los que El Nuevo Herald tuvo acceso, se menciona también que la negativa a proceder con la negociación con Caracas fue influida por el embargo militar impuesto por el Departamento de Estado estadounidense al gobierno venezolano.

"Estaban motivados por la deteriorada relación de Estados Unidos con Venezuela y por el deseo histórico de Israel de mantener buenas relaciones con Estados Unidos", afirma la demanda presentada en el Tribunal Federal de Distrito Sur de Nueva York en julio del año pasado por accionistas, fundadores e inversionistas originales de ImageSat International.

Un intento inicial del gobierno de Venezuela en el 2003 de obtener una licencia con la misma firma para utilizar el satélite en forma autónoma por unos $77 millones también fracasó, sostiene la demanda.

Pero en esa oportunidad la razón fue que los directivos de la empresa querían que el gobierno de Venezuela concentrara sus recursos en repotenciar la flota de cazas M-16 y Mirage, contrato al que la IAI aspiraba.

Las primeras conversaciones con la empresa las sostuvieron militares venezolanos con Wilson en Caracas, pero la multmillonaria propuesta de inversión fue presentada directamente por Chávez, sostiene la demanda.

"[Chávez] lo hizo tan explícitamente [presentar la oferta de compra] para negar versiones de algunos de sus asesores, y de los canales de información internacional de Venezuela, de que ImageSat había dejado de ser una compañía comercial apolítica y se había convertido en una fachada de la IAI, el Ministerio de Defensa de Israel y de sus contrapartes en el sector de Defensa de Estados Unidos", agregó el documento.

La negociación estuvo tan cerca de cerrarse que documentos del contrato fueron firmados y sellados por oficiales del Ministerio de la Defensa de Venezuela.

Según se desprende de la narrativa de la demanda, ImageSat llevó a Caracas un sofisticado sistema de demostración de la capacidad del satélite, directamente desde Tel Aviv, a la que aparentemente tuvieron acceso oficiales venezolanos. No se menciona si la demostración se preparó especialmente para impresionar a Chávez.

Además de ImageSat, la demanda incluye a la empresa israelí Elbit System, una firma privada de defensa, la segunda mayor de Israel dedicada a la fabricación de componentes para satélites de observación de la Tierra. También figuran como demandados 14 ejecutivos de estas firmas.

En el documento de casi 200 páginas, los demandantes sostienen que los ejecutivos no reconocieron su voz como minoría en las decisiones de la empresa y se dedicaron a "sabotear" grandes oportunidades de contratos y ofertas de inversión por puras razones políticas.

Esto provocó "la pérdida de millones de dólares" en el valor de la empresa, sostuvieron.

Alegan que ImageSat, a pesar de sus vínculos con el gobierno de Israel, es una empresa que se acordó que se debe manejar en forma independiente y autónoma para ofrecer servicios satelitales a los gobiernos "en apoyo de su propia agenda de seguridad nacional".

Sin embargo, agrega la demanda, "la compañía existe para el beneficio principal de los accionistas de la industria israelí, IAI y Elbit, y más específicamente para apoyar e impulsar la agenda de los intereses geopolíticos globales del Ministerio de Defensa de Israel".

La empresa lanzó al espacio en el 2000 el satélite Eros A y en abril del 2006 el Eros B, un satélite de última generación de menos de 300 kilogramos de peso y un costo de unos $30 millones.

Wilson, ex presidente fundador de ImageSat y quien encabeza la lista de demandantes, sostiene en la demanda que tanto él como otros ejecutivos desarrollaron un modelo de comercialización mediante el cual cada país podría operar el satélite en su calidad de Socio Operador del Satélite (SOP) cada vez que el aparato sobrevolara la porción correspondiente del globo terráqueo. La única limitación para conceder la licencia de SOP era que se tratara de un país "renegado" (Irán, Cuba y Corea del Norte) o situado en un radio de 2,500 kilómetros de la estación de Israel.

En 1999 el Ministerio de Defensa de Israel expidió 60 licencias de exportación de SOP, entre ellas a Venezuela, Angola, Taiwan, India y China.

En una muestra de independencia, que hoy sirve de argumento a los demandantes, el Ministerio rechazó un embargo a India solicitado por Estados Unidos después que ese país comenzó sus pruebas nucleares.

La compañía inició conversaciones en 1999 con Venezuela como principal objetivo de un contrato de SOP que le reportaría ingresos de unos $18 millones anuales. Como alternativa en la zona se pensó en Colombia.

Wilson se mudó a Venezuela a finales del 2001 y "se dedicó virtualmente a tiempo completo", desde entonces hasta noviembre del 2006, a sacar adelante lo que pensaba sería una próspera y lucrativa relación con el gobierno de ese país.

Los documentos judiciales muestran también cómo Wilson y otros ejecutivos de IAI tenían acceso a altos oficiales de la fuerza armada venezolana, entre ellos un general de la aviación que despachaba desde el Fuerte Tiuna, y al propio jefe de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM).

Los demandados han respondido que la querella no debía aceptarse porque está fuera de la jurisdicción y han negado las acusaciones de que los directivos se comportaron fraudulentamente en detrimento de las oportunidades de negocios de la empresa.

El juez del caso no se ha pronunciado.

Las revelaciones sobre el intento de Chávez de adquirir tecnología avanzada de espionaje por satélite se producen en momentos que el gobierno de Caracas dirige un ambicioso programa de compras militares en el que ha invertido alrededor de $5,000 millones desde el 2005.

"Este movimiento de Chávez de adquirir capacidad de espionaje satelital podría usarse contra países vecinos, principalmente Colombia, y se convertiría en una amenaza hemisférica, especialmente para los gobiernos latinoamericanos que no comulgan con Chávez", dijo el vicealmirante retirado Rafael Huizi Clavier, ex inspector general de las fuerzas armadas venezolanas.

Fuente: El Nuevo Herald


 
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